lunes, 18 de mayo de 2009

Don Mario, un uruguayo universal

Al cumplir 80 años, Mario Benedetti aseguró que escribía de la muerte para que no lo sorprendiera, y que asumía la vida como si fuera inmortal. A sus 80 años, aseguraba que la muerte era una presencia constante “y la barajo en conexión a lo que es la muerte para otros, no sólo para mí. Pienso que una de las formas de sobrellevar la idea de la muerte es darle la cara, hablar de ella, dialogar con ella”. Ayer, la muerte lo alcanzó en su natal Uruguay. Tenía 88 años.
Igual que abordaba el amor y retrataba el Montevideo de su adolescencia, del que tuvo que exiliarse con la dictadura, Mario Orlando Hamlet Hardy Brenno Benedetti afirmaba que hablaba de la muerte para poder soportarla. “Admitir la muerte es un modo de restarle importancia”. Fue amigo de muchos y escritor admirado por miles de lectores que, a lo largo de todo el mundo, especialmente en América Latina, encontraron en sus poemas las palabras para hablarle de amor a la persona amada. Hace unos días, el Premio Nobel de Literatura 1998, José Saramago, había pedido a los admiradores del poeta leer sus poemas para enviarle un mensaje de cariño y desearle recuperación. Autor de más de 80 libros de poesía, novela, cuento, ensayo y teatro, Benedetti fue creador de historias y personajes entrañables, también prolífero intelectual considerado el verdadero cronista de Montevideo y de su tiempo. Para el poeta mexicano José Emilio Pacheco el autor de Montevideanos siempre fue un escritor de “una vasta y compleja literatura con su pluralidad de géneros y su unidad secreta”. En el prólogo de los Cuentos completos, dijo que el acierto de Benedetti fue partir de sus prójimos para ahondar en el enigma de las relaciones humanas. El también autor de Las soledades de Babel y Viento del exilio, siempre pensó que la literatura ciudadana era el medio para comunicarse con sus lectores. Tal vez ahí radicó su éxito entre los lectores y en la forma sencilla, directa y coloquial con la que escribió, inspirado en la poesía de Baldomero Fernández Moreno y Antonio Machado. Sabía que sus poemas eran sencillos y claros, nunca tuvo problema, “es algo que se convirtió en una obsesión para mí: la sencillez... otra de las razones por las que creo que a la gente le gustan mis poemas es porque he escrito mucho sobre el amor. Pero así y todo, no me explico demasiado el éxito que han tenido”. Lo cotidiano era fundamental en su literatura. Su obra nacía de su propia experiencia, sus personajes eran un retrato de cuando él fue cajero en una casa de refacciones de automóvil, funcionario público, tenedor de libros, taquígrafo en la Facultad de Química; su atmósfera preferida era el mundo gris de las oficinas burocráticas de Montevideo. Antes de ser escritor, Benedetti también fue periodista; transitó entre la crítica literaria, el ensayo, la poesía, la novela, el cuento y el teatro. Formó parte de la llamada Generación del 45 o Generación crítica, integrada por Carlos Martínez Moreno, Ángel Rama, José Pedro Díaz, Armonía Somers, Mario Arregui, Idea Cilariño, Sarandy Cabrera, Ida Vitale, Carlos Maggi y Emir Rodríguez Monegal.

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